Internet con calzador: el dilema del IoT

Hoy en día no basta con la computadora o un teléfono celular para estar conectados a Internet. En los últimos 10 años hemos visto el desarrollo de artefactos comunes con tarjetas Wi-Fi incluidas y una aplicación móvil que permite controlar todos sus aspectos esenciales; o televisiones con Netflix, aspiradoras, refrigeradores… Internet de las Cosas (IoT), le llaman, y de a poco se ha inflado la burbuja.

Según la consultora Gartner, para finales de 2017 tendremos 7 mil millones de dispositivos conectados a la Gran Red, entre lo que destacan las soluciones domésticas como Smart TV, bandas contabilizadoras, electrodomésticos y cámaras de seguridad.

Esa cifra casi se duplicará para 2020, cuando haya 20 mil millones. Habrá tantos cachivaches “inteligentes” como teléfonos celulares per cápita alrededor del mundo.

Esto, sin embargo, acarrea los mismos problemas del Internet puro y duro que hemos usado durante 25 años: seguridad, privacidad, prácticas draconianas, casos dramáticos de abuso, entre otros.

Por ejemplo, el ataque DDoS al proveedor DNS más utilizado del planeta que ocurrió en octubre de 2016 dejó vulnerables una cantidad considerable de sitios web, así como cualquier servicio alojado en sus servidores; incluido el IoT.

Incluso pueden atacar dispositivos en particular sin el requisito de conexión global porque la seguridad de éstos es muy limitada o de plano inexistente. Se hizo a un lado este aspecto, y el problema reside en la imposibilidad o dificultad extrema en actualizar. Como resultado tenemos casos tan grotescos como un marcapasos vulnerable ofrecido por el hospital St. Jude Medical, en Estados Unidos; el monitor para bebés Owlet con apenas una capa de seguridad fácil de quebrantar; y quizá el más ostentoso de todos: hackear los sistemas de navegación en un automóvil para controlar la marcha, aceleración, freno y sensores esparcidos por todo el motor.

Lo anterior implica necesariamente el tratamiento de información sensible por parte de esta tecnología.

Si tenemos sistemas inseguros alrededor del mundo, nuestros datos personales o familiares podrían estar severamente comprometidos. Cualquier individuo o empresa puede ocupar esa información en beneficio del negocio, por encima del sentido común y las quejas del público. Sumemos la relativa pasividad con que los consumidores aceptan términos y condiciones sin leer y tenemos el caldo de cultivo perfecto para el espionaje.

Organizaciones como el Electronic Privacy Information Center (EPIC) mandaron una carta al Congreso de Estados Unidos con el fin de poner manos a la obra en proyectos de regulación sobre la privacidad que debería existir en la IoT e Internet como un todo.

Aun con regulaciones gubernamentales, contratos más amables y mejor protección de la privacidad, existe un cabo suelto que sólo depende de los fabricantes: ¿de verdad necesitamos tostadoras de pan conectadas a Internet?

Fuentes:

IoT For All, El Economista, Hipertextual, Forbes México, TICbeat

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